Ética, moral, deontología,
virtud y, si eso no basta, virtud moral, ética deontológica… El espectro que
estudia todo aquello que regula (o no) el actuar de los seres racionales es tan
amplio y rico que las opiniones encontradas, para bien o para mal, muchas veces
van de la mano con los usos perdidos. Para no convertir esto en un tratado de
antropología filosófica, voy a manejarme alrededor del concepto aristotélico de
la virtud ética (que por muy clásico y aburrido que sea, es el que más me
gusta), ese que dice que es una disposición voluntaria adquirida, es decir, un
hábito racional que busca el término medio entre dos vicios, entre el exceso y
el defecto.
Decir que la
virtud ética es un hábito adquirido significa que es algo que se aprende. A
pesar de que Aristóteles considera que el hombre tiende al bien por naturaleza,
explica que la virtud hay que adquirirla racionalmente y mediante el
conocimiento empírico. De ahí que se entienda esencial el estudio de la ética
profesional en la academia. Uno nace incorrupto (aunque condenado a las piras
ardientes por el Pecado Original, pero esa ya es otra historia), pero no ético.
A la luz de un análisis pragmático, es legítimo afirmar que sólo se puede ser
ético en la acción, y jamás en sentido pasivo, es decir, que para ser ético hay
que actuar en forma ética y no simplemente evitar realizar acciones no éticas.
Es aquí donde se puede empezar a marcar una importante diferencia entre ser
virtuoso y ser ético.
Específicamente
en el campo profesional del periodismo, es decir, en el ejercicio de la
profesión, la ética se puede resumir en una sola idea general: el compromiso
con la verdad. Tan simple como eso y, paradójicamente, tan complejo a la vez.
Simple porque, debates metafísicos aparte, es fácil entender lo que es la
verdad, que es lo que es y no otra cosa. Complejo porque una misma verdad puede
ser interpretada de muchas formas distintas, atendiendo, principalmente, el
contexto donde se suscita y, en el caso del periodismo, también el contexto de
quien transmite la información y, más importante aún, el contexto de quien la
recibe, que es quien en última instancia da sentido al proceso de la
comunicación.
La ética
periodística exige, entonces, una correcta interpretación del ‘deber ser’ al
momento de comunicar. La veracidad del contenido de la información es la medida,
el santo y seña de aquello que es o que deja de ser ético. Existen también otros
elementos, además de la verdad misma, que están relacionados con la ética, y yo
los divido en directos e indirectos. Un elemento directo, por ejemplo, es la autoría
de la información, es decir, que ésta no sea plagiada. Un periodista puede
transmitir una nota que sea absolutamente veraz, pero faltará a la ética si dicha
nota originalmente pertenece a alguien más; así, aún cuando se transmite una
información cierta, el plagio constituye un actuar profesional no ético. Un
elemento indirecto puede ser, por ejemplo, la respetuosa comunicación de la
información. Si un periodista ofende a nivel personal a otra persona en su
información, aunque ésta sea verdadera, incurrirá en una falta al ‘deber ser’
del profesional de la comunicación. Es decir, que aunque el respeto no afecte
directamente a la verdad, sí pude constituir una falta a la ética profesional.
Por último, me
gustaría destacar la característica aristotélica del ‘término medio entre dos
vicios’ del ‘deber ser’. Este es un elemento especialmente importante para el periodismo
contemporáneo, en el que el profesional de la información se tiene que mover
con tiente para cuidar de su propia seguridad y la de sus seres queridos. El
periodista debe comprender los extremos de su profesión para no caer en el
defecto (cobardía) ni en el exceso (temeridad). Luego entonces, la información
transmitida debe atender siempre a la prudencia y jugar entre los dos extremos
sin que este juego agreda el compromiso ético con la verdad. Para ponerlo
en cristiano, ‘ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre’, porque
si bien lo cortés no quita lo valiente, ojo, porque lo valiente a veces sí pone
lo pendejo.