miércoles, 29 de noviembre de 2006

Hasta que muera...

…de ella es mejor no hablar. Al menos no cuando la tenemos orbitando con acechanza cerca de nuestras vidas, ya sea en el pasado tormentoso, en el presente frenético ó en el futuro incierto. Sí, es mejor no hablar de ella. Si en un arranque de coraje y voluntad con cierto dejo de masoquismo decidimos nombrarla, que sea al menos para enfrentarla, para darle sentido. Ella aparece sólo en un apenas perceptible lapso, y es tan intensa, tan intensa… tan inmisericorde. Claro, sabe que tiene que ser así. Después de todo es su trabajo. Del recuerdo también vive, y tiene que aprovechar ese pequeño espacio que le otorgó la existencia porque, después, de ella nada, nunca más. Conoce la superioridad de su némesis eterna; bendita ó maldita, a ella le da igual, pues la sabe su acérrima e invencible rival. Tú (ella) nunca vencerás, nunca te impondrás, pues por Su mandato un día perecerás, y ese día, que seguro llegará, será tu tumba, tu final, tu gran ironía mortal.