domingo, 20 de junio de 2010

De la necesidad y la NECESIDAD

Llegó el momento de reactivar mi blog. Sí, sí. Sé que ya he dicho esto antes y que, al final, termino olvidándolo por meses (años). Para ser honesto, sería demasiado aventurado asegurarte que esta vez no será así, pero algo me dice que en esta ocasión sí seré más regular en mis publicaciones. De hecho, mi intención es por fin volverme activo en distintos blogs que traten sobre distintos temas, como videojuegos o fútbol y, tal vez, sólo tal vez, algún resbalón en un desprestigiado blog politiquero. Una vez concluido el comercial, entremos en materia.

Sinceramente creo que lo que me motivó a escribir de nuevo fue la cruda y siempre presente, pero no siempre persistente, necesidad. Hay quienes hacen ejercicio hasta reventar su cuerpo; a otros les da por despertar el espíritu “fight club” y ejercitan los puñetazos en la cara (o los carazos en el puño) de otras personas; los hay quienes de súbito despiertan su lujuria y se follan lo primero que camina por su acera; ¿cómo olvidar a aquellos que se ahogan en un idilio etílico por días o semanas? Algunos incluso combinan algunas o todas las anteriores. A mí me da por escribir.

Podrás decirme que hay muchas formas, no sólo una, de satisfacer esos momentos en los que sentimos la necesidad de expresarnos y desahogarnos. Si lo haces, te daré la razón. Pero una cosa es la necesidad y otra es la NECESIDAD. Recuerdo que una vez, en mis días imberbes, me quejé con vehemencia por el hambre atroz que sentía, y alguien me dijo: “niño, tú no conoces lo que es el HAMBRE”. Aquel regaño (que lo fue) me hizo reflexionar. Era cierto. Conozco el hambre, pero no el HAMBRE. Si bien he disfrutado siempre del pan en la mesa, sí que conozco la NECESIDAD. Y en nuestra única y siempre compleja individualidad, sólo tenemos una forma de paliar esa necesidad. Sí, paliar, porque de satisfacer, nada.

Habrá muchas causas para la necesidad, pero la reina de todas, creo yo, es la soledad de la cual tanto he escrito ya. Mi musa. La ausencia de lo que nos gusta, de aquello que anhelamos, estimamos, queremos o amamos es lo que produce ese enorme vacío que conocemos como necesidad. Hoy, como ya habrás concluido, me siento solo… y acalorado, pero ese es ya otro tema. Solo, que no deprimido. Solo, que no triste. Solo, que no derrotado. Solo, que no patético. Solo, que no desmotivado. Sólo solo, muy solo.

Y, aunque considero esta soledad muy íntima y muy mía, esto se trata de paliar mi necesidad y me complace el compartirla a través de mis letras. Creo que nunca había dicho esto, tal vez porque ni yo me había dado cuenta, pero mis letras es lo que más me gusta de mí. A partir de hoy, podré responder esa incómoda pregunta de “¿Qué es lo que más te gusta de ti?”. Será una respuesta fácil, decidida, casi intuitiva.

Mi padre, uno de mis poetas favoritos, hablando de la soledad, escribió entre sus versos:

Hagamos nuestro mundo.
Que nadie venga a nuestra fiesta.
Quizá mi compañía
cambie el silencio negro que te envuelve,
por un silencio gris
de sensaciones nuevas.

Seré yo el que te despoje de tus cardos.
Me cantarás con suavidad tus penas.
Sé tú mi compañera hasta el ocaso.
Así está bien:
que nadie venga a nuestra fiesta.

“Así está bien: que nadie venga a nuestra fiesta”, dijo el muy valiente. Es así cómo él, mi padre, palia su necesidad. Y, a pesar de que no quiere a nadie en su fiesta con su soledad, plasmó la fiesta en un poema para que todos la vivieran con él. Irónico, paradójico. Congruente pero inverosímil.

La razón de mi sentimiento de necesidad la dejaremos para otra ocasión, tal vez. En esta ocasión, y en casi todas, escribo como un egoísta que no pretende sino la satisfacción personal, con la también egoísta intención de que alguien se identifique y disfrute con estas letras. No voy a descubrir el hilo negro, como se dice, así que no habrá conclusión contundente o sentencia tajante. Recuerda: se palia pero no se satisface.

Mejor, así, con descaro y procacidad, me despido.