viernes, 28 de diciembre de 2012

It's all been said anyways

Sometimes, your own words are needless. It's all been said anyways. Let those alien words speak for you once in a while. But just once in a while. Do it when it's worth it, when what truly moves you it's not petty selfishness but some other person's wisdom, one that suits you so well, so well, that it's inevitable to make it your own. Do it then and only then, like I'm doing it right now. That's the advice I dare giving you, even though you never asked for it.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Carta abierta a Alfredo Bryce Echenique, Premio FIL 2012



Estimado Señor Alfredo Bryce Echenique,

Es del dominio popular aquella frase que dice que si uno no tiene nada bueno qué decir, es mejor no decir nada. Bajo el entendido de esta máxima, quiero empezar esta carta con buenas noticias para usted: estamos jodidos. Sí, atendiendo los deseos manifestados en su expresa voluntad cuando dijo al diario El País fuerte y claro “¡Que se jodan!” con dedicatoria para aquellos que ponemos en entredicho que le hayan otorgado el Premio FIL 2012, le puedo afirmar sin atisbo de duda que estamos jodidos. ¿Quiénes? Pues todos. Hasta usted, mire nada más lo que son las cosas. Que haya sido reconocido con este premio vino a rompernos la crisma a todos. Agarraron parejo, como se dice. A la FIL porque se desprestigia al condecorar a un plagiario comprobado y sentenciado, a la literatura porque se envía el mensaje equivocado a escritores y lectores por igual, a nosotros los estudiantes porque nos matan la ilusión y nos generan una falsa imagen de comodidad y flojera recompensada, a los contribuyentes mexicanos porque parte del dinero de su premio es financiada con recursos públicos y, sobre todo, a usted, Don Alfredo, porque hasta hoy había muchos que no sabían de sus impúdicas artes de ladrón furtivo, y hoy, gracias al Premio FIL 2012, todos le conocen, y seguramente mucho mejor de lo que a usted le gustaría. Para morirse de la risa, ¿no? O de la vergüenza. Escoja usted.

¿Ya ve? No hay mal que por bien no venga (seguimos puestos a aprovechar la sabiduría popular). Si su infame reconocimiento sirvió para ponerle en evidencia, en cierta forma se está cumpliendo con la misión de promover y proteger -y casi hasta rescatar, que a veces parece que buena falta les hace- las letras. Se ha convertido usted en un ejemplo a no seguir para decenas, quizá cientos, de escritores en ciernes. Esto no es un hito cualquiera. No. Los modelos, para acentuarse, muchas veces necesitan de contra modelos. Es ahora usted un contra ídolo. ¿Qué tal, eh? Con su ejemplo -o su contra ejemplo, para llamar las cosas por su justo nombre-, muchas plumas pueden motivarse a crear por sí mismas. ¡Contra enhorabuena, Don Alfredo!
Desde la FIL, aquellos que asistiremos para disfrutar de la purísima y noble expresión de las letras tendremos a bien enviarle nuestros muy jodidos recuerdos hasta Perú, donde estará usted disfrutando de su jodido premio y sus lucrativos 150 mil dólares, los cuales estoy seguro que regresaría sin dudarlo a cambio de borrar la ignominiosa fama que se está ganando a pulso. Flaco favor el que le hicieron los iluminados jueces del Premio FIL, ¿no cree usted, Don Alfredo?

Juan Alberto Barragán

domingo, 26 de agosto de 2012

Breve Análisis de la Ética Periodística

Ética, moral, deontología, virtud y, si eso no basta, virtud moral, ética deontológica… El espectro que estudia todo aquello que regula (o no) el actuar de los seres racionales es tan amplio y rico que las opiniones encontradas, para bien o para mal, muchas veces van de la mano con los usos perdidos. Para no convertir esto en un tratado de antropología filosófica, voy a manejarme alrededor del concepto aristotélico de la virtud ética (que por muy clásico y aburrido que sea, es el que más me gusta), ese que dice que es una disposición voluntaria adquirida, es decir, un hábito racional que busca el término medio entre dos vicios, entre el exceso y el defecto.
Decir que la virtud ética es un hábito adquirido significa que es algo que se aprende. A pesar de que Aristóteles considera que el hombre tiende al bien por naturaleza, explica que la virtud hay que adquirirla racionalmente y mediante el conocimiento empírico. De ahí que se entienda esencial el estudio de la ética profesional en la academia. Uno nace incorrupto (aunque condenado a las piras ardientes por el Pecado Original, pero esa ya es otra historia), pero no ético. A la luz de un análisis pragmático, es legítimo afirmar que sólo se puede ser ético en la acción, y jamás en sentido pasivo, es decir, que para ser ético hay que actuar en forma ética y no simplemente evitar realizar acciones no éticas. Es aquí donde se puede empezar a marcar una importante diferencia entre ser virtuoso y ser ético.
Específicamente en el campo profesional del periodismo, es decir, en el ejercicio de la profesión, la ética se puede resumir en una sola idea general: el compromiso con la verdad. Tan simple como eso y, paradójicamente, tan complejo a la vez. Simple porque, debates metafísicos aparte, es fácil entender lo que es la verdad, que es lo que es y no otra cosa. Complejo porque una misma verdad puede ser interpretada de muchas formas distintas, atendiendo, principalmente, el contexto donde se suscita y, en el caso del periodismo, también el contexto de quien transmite la información y, más importante aún, el contexto de quien la recibe, que es quien en última instancia da sentido al proceso de la comunicación.
La ética periodística exige, entonces, una correcta interpretación del ‘deber ser’ al momento de comunicar. La veracidad del contenido de la información es la medida, el santo y seña de aquello que es o que deja de ser ético. Existen también otros elementos, además de la verdad misma, que están relacionados con la ética, y yo los divido en directos e indirectos. Un elemento directo, por ejemplo, es la autoría de la información, es decir, que ésta no sea plagiada. Un periodista puede transmitir una nota que sea absolutamente veraz, pero faltará a la ética si dicha nota originalmente pertenece a alguien más; así, aún cuando se transmite una información cierta, el plagio constituye un actuar profesional no ético. Un elemento indirecto puede ser, por ejemplo, la respetuosa comunicación de la información. Si un periodista ofende a nivel personal a otra persona en su información, aunque ésta sea verdadera, incurrirá en una falta al ‘deber ser’ del profesional de la comunicación. Es decir, que aunque el respeto no afecte directamente a la verdad, sí pude constituir una falta a la ética profesional.
Por último, me gustaría destacar la característica aristotélica del ‘término medio entre dos vicios’ del ‘deber ser’. Este es un elemento especialmente importante para el periodismo contemporáneo, en el que el profesional de la información se tiene que mover con tiente para cuidar de su propia seguridad y la de sus seres queridos. El periodista debe comprender los extremos de su profesión para no caer en el defecto (cobardía) ni en el exceso (temeridad). Luego entonces, la información transmitida debe atender siempre a la prudencia y jugar entre los dos extremos sin que este juego agreda el compromiso ético con la verdad. Para ponerlo en cristiano, ‘ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre’, porque si bien lo cortés no quita lo valiente, ojo, porque lo valiente a veces sí pone lo pendejo.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Dios, Su Valiant, Yo y Un Perro

Ejercicio de cuento improvisado en la universidad

Un día, mientras caminaba cargado de ideas oscuras, me encontré a Dios cambiando la llanta de un Valiant ’73. Me acerqué a él y le increpé: “¿Pero qué haces tú cambiando la llanta de un vejestorio como este? ¿No tienes acaso un universo qué gobernar? ¡Esto es absurdo! ¡Ridículo! Como si no tuviera ya suficiente escombro en la cabeza, ahora tengo que tratar de entender qué carajos hace Dios cambiándole la llanta a un armatoste viejo y oxidado como este. ¿Qué sigue? ¿Un perro vendrá y me saludará con una sonrisa? ¡Esto es absurdo! ¡Ridículo!”.

Yo seguía ahí, entre aspavientos y reclamos, mientras Dios, serenamente, terminó su quehacer. Llanta montada, herramientas guardadas. Dios, sin decirme una sola palabra, me sonrió al tiempo que abría la puerta del Valiant ’73. Se subió al automóvil, lo encendió y arrancó.

Mientras se alejaba, a la distancia, podría jurar que vi a un perro saludándome con una sonrisa del tamaño de una casa.

jueves, 16 de agosto de 2012

El Púgil Queco

–¡Apúrale, Queco, que vas a llegar tarde! –le gritó su madre al tiempo que tomaba su bolso y su paraguas y se dirigía a toda prisa al taxi que les esperaba al pie de la acera de cantera ennegrecida por las copiosas gotas de lluvia que caían esa noche sobre las calles de Siena.

Enrico era un púgil sienés que, después de haber viajado al extranjero para aprender las artes del boxeo, regresaba triunfante a su natal Siena para enfrentar al que en aquel entonces era considerado el mejor pugilista de la Toscana, el florentino Antonio Fragotti.

Enrico, quien cariñosamente era llamado ‘Queco’ por su madre, se miraba fijamente en el espejo, paseando su mirada sobre aquellas huellas que le habían dejado tantas y tantas batallas sobre el ring. Mientras se encontraba absorto en la historia de cada una de sus marcas y cicatrices, su madre irrumpió en la habitación y, con un tono dulce, casi ceremonial, y tomándole suavemente del brazo, le urgió a levantarse y apresurarse al taxi que los llevaría al lugar de la pelea.

Era el cuarto round y la espalda de Queco se presionaba contra las cuerdas, estirándolas con firmeza, mientras Antonio Fragotti lo castigaba sin piedad con los puños.

La derrota ante los suyos no fue jamás digerida por Queco. “Puedo entender su victoria, pero jamás entenderé mi derrota”, solía decir con la cabeza gacha.

Ese día fue el último que vio a Queco sobre un ring de boxeo.

lunes, 12 de julio de 2010

El Síndrome de Superman

El "Síndrome de Superman". Así recuerdo que le llamábamos en mi primer año de la carrera de Derecho a nuestras ganas de hacer del mundo un lugar mejor. Hoy, al mirar atrás, nos reímos con amabilidad recordando aquel estoico sentimiento; algunos sonreímos por tontos, otros porque nos sentimos realistas, otros lo hacemos porque simplemente no encontramos una reacción distinta que no nos haga sentir como unos completos desalmados, como robots inertes que forman parte de la cadena de producción de una fábrica llamada mundo posmoderno. Aquello que nos salva de la quema, eso que nos permite seguir en pie y andando sin caer en la locura de la desesperación, es nuestra individualidad y nuestro círculo de confort. En nuestro ambiente, rodeados de nuestra gente, nos sentimos seguros, importantes, y le damos a nuestra vida una sensación de utilidad, de productividad que beneficia nuestro entorno.

Decía Aristóteles que la familia es el núcleo de la sociedad. Yo no soy quién para dar validez a las opiniones del Sr. Aristóteles, pero ya que estoy en mi círculo de confort, les comparto que estoy completamente de acuerdo con él. Dada nuestra naturaleza –la de los seres humanos-, la familia se antoja elemental en la formación de una sociedad sana, funcional y congruente. Es la familia, entonces, el núcleo de nuestro círculo de confort. Estoy diciendo que la sociedad en la que nos desarrollamos comprende los límites de nuestro círculo de confort, y esto puede ser tan bueno como tan sana, funcional y congruente sea esa sociedad, y viceversa.

Hoy vivimos en mi país días cargados de tribulación, de violencia, de tragedias y sangre. Cuando no secuestraron al “pariente de un conocido”, robaron la tienda de “una señora que vive cerca”, el crimen organizado le cobra ‘cuotas’ al bar “de un amigo” o abrieron un nuevo table dance en plena zona residencial y el Presidente Municipal dice que “no estaba enterado”, al tiempo que toma el celular y habla con ‘quién sabe quién’ dando sólidas y autoritarias indicaciones de que se investigue de qué va ese table dance y se tomen las medidas necesarias para que cierren el lugar cuanto antes. El “pariente de un conocido” sigue secuestrado –si no es que muerto ya-, a la “señora que vive cerca” no se le ha hecho justicia, el bar “de un amigo” sigue recibiendo sendas visitas de recolección por parte del crimen organizado y el table dance sigue abierto y funcionando tan diligente como las luces de neón que engalanan el dintel de sus columnas y anuncian a todas luces la decadencia de nuestros valores. Y yo vivo en una ciudad pequeña –lo de “ciudad” es por aquello de la vanidad local- en la que todavía puedo circular por las calles sin temor a verme involucrado en un tiroteo o ser víctima de un robo u otro acto de violencia similar. Ya me viera yo en lugares como Ciudad Juárez, donde las cosas están tan delicadas que el robo a una tienda o la apertura de un nuevo table dance son problemas de menor gravedad.

Mientras todo esto sucede, gracias a la alternancia y el tan esperado arribo de la democracia a México, la Partitocracia vive días fulgurantes. Hoy más que nunca los Partidos Políticos aprovechan un sistema que, más que para el bien común, está diseñado para que esos Partidos conserven el poder. Lo único palpable que hemos ‘ganado’ al conseguir alternancia en la Silla Presidencial, es desilusión y desengaño, lo que recae inevitablemente en un sentimiento nacional depresivo. Ahora la alternancia ya no nos invita a soñar con un futuro mejor y nadie se atreve siquiera a contemplar la posibilidad de la violencia y la revolución para cambiar el rumbo, sabiendo que generar más violencia no puede ser una solución legítima ni productiva dadas las circunstancias. Resultado: tristeza apenas tolerable, desesperanza y conformismo. Nos hemos convertido en una nación ‘emo’.

Es aquí donde se extraña ese “Síndrome de Superman” que tantos sufrimos alguna vez. No digo que los abogados sean la solución a los problemas de México. Dios nos ampare. Pero qué bien nos vendría un nuevo héroe nacional, si acaso hemos tenido alguno ya que valga la pena. Disculparán que haga de mi pesimismo algo extensivo, no sólo a mis contemporáneos, sino a todos los periodos históricos previos de este país, pero si “por sus frutos los conoceréis”, pues nuestros héroes nos han dejado, como mucho, un puñado de manzanas podridas, fueran o no buenas sus intenciones. Me duele decir esto, porque yo he conocido de primera mano a personas con auténtica madera de héroes y que han muerto en el intento o que ya dejaron de luchar, pero la realidad nos muestra que su huella no ha marcado realmente una diferencia y fue borrada mucho antes de que pudiera ser seguida por alguien más.

Estos problemas que aquejan nuestro país, hace mucho ya que cruzaron los límites de nuestra sociedad, de nuestro círculo de confort. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que invadan el núcleo de tu círculo de confort? ¿Cuánto tiempo pasará antes de que sea tu familia o la mía directamente afectadas por estos problemas? Decía Joaquín de Fiore, uno de los precursores del pensamiento moderno, que la historia es lineal, dividida en tres etapas, y que sólo había que esperar a que una etapa diera paso a la otra. Tampoco soy quién para restar validez a las teorías del Sr. de Fiore, pero como sigo en mi círculo de confort, los invito a no ser partícipes de sus postulados. Sentados, sólo esperando, no llegaremos a ninguna parte. La historia no es lineal, sino única y llena de variables infinitas pero, eso sí, imitable. Volvamos a nuestras raíces, retomemos nuestros valores, procuremos nuestras familias y comencemos a hacer de nuestra sociedad un círculo de confort sano, funcional y congruente. Es la única solución.

domingo, 20 de junio de 2010

De la necesidad y la NECESIDAD

Llegó el momento de reactivar mi blog. Sí, sí. Sé que ya he dicho esto antes y que, al final, termino olvidándolo por meses (años). Para ser honesto, sería demasiado aventurado asegurarte que esta vez no será así, pero algo me dice que en esta ocasión sí seré más regular en mis publicaciones. De hecho, mi intención es por fin volverme activo en distintos blogs que traten sobre distintos temas, como videojuegos o fútbol y, tal vez, sólo tal vez, algún resbalón en un desprestigiado blog politiquero. Una vez concluido el comercial, entremos en materia.

Sinceramente creo que lo que me motivó a escribir de nuevo fue la cruda y siempre presente, pero no siempre persistente, necesidad. Hay quienes hacen ejercicio hasta reventar su cuerpo; a otros les da por despertar el espíritu “fight club” y ejercitan los puñetazos en la cara (o los carazos en el puño) de otras personas; los hay quienes de súbito despiertan su lujuria y se follan lo primero que camina por su acera; ¿cómo olvidar a aquellos que se ahogan en un idilio etílico por días o semanas? Algunos incluso combinan algunas o todas las anteriores. A mí me da por escribir.

Podrás decirme que hay muchas formas, no sólo una, de satisfacer esos momentos en los que sentimos la necesidad de expresarnos y desahogarnos. Si lo haces, te daré la razón. Pero una cosa es la necesidad y otra es la NECESIDAD. Recuerdo que una vez, en mis días imberbes, me quejé con vehemencia por el hambre atroz que sentía, y alguien me dijo: “niño, tú no conoces lo que es el HAMBRE”. Aquel regaño (que lo fue) me hizo reflexionar. Era cierto. Conozco el hambre, pero no el HAMBRE. Si bien he disfrutado siempre del pan en la mesa, sí que conozco la NECESIDAD. Y en nuestra única y siempre compleja individualidad, sólo tenemos una forma de paliar esa necesidad. Sí, paliar, porque de satisfacer, nada.

Habrá muchas causas para la necesidad, pero la reina de todas, creo yo, es la soledad de la cual tanto he escrito ya. Mi musa. La ausencia de lo que nos gusta, de aquello que anhelamos, estimamos, queremos o amamos es lo que produce ese enorme vacío que conocemos como necesidad. Hoy, como ya habrás concluido, me siento solo… y acalorado, pero ese es ya otro tema. Solo, que no deprimido. Solo, que no triste. Solo, que no derrotado. Solo, que no patético. Solo, que no desmotivado. Sólo solo, muy solo.

Y, aunque considero esta soledad muy íntima y muy mía, esto se trata de paliar mi necesidad y me complace el compartirla a través de mis letras. Creo que nunca había dicho esto, tal vez porque ni yo me había dado cuenta, pero mis letras es lo que más me gusta de mí. A partir de hoy, podré responder esa incómoda pregunta de “¿Qué es lo que más te gusta de ti?”. Será una respuesta fácil, decidida, casi intuitiva.

Mi padre, uno de mis poetas favoritos, hablando de la soledad, escribió entre sus versos:

Hagamos nuestro mundo.
Que nadie venga a nuestra fiesta.
Quizá mi compañía
cambie el silencio negro que te envuelve,
por un silencio gris
de sensaciones nuevas.

Seré yo el que te despoje de tus cardos.
Me cantarás con suavidad tus penas.
Sé tú mi compañera hasta el ocaso.
Así está bien:
que nadie venga a nuestra fiesta.

“Así está bien: que nadie venga a nuestra fiesta”, dijo el muy valiente. Es así cómo él, mi padre, palia su necesidad. Y, a pesar de que no quiere a nadie en su fiesta con su soledad, plasmó la fiesta en un poema para que todos la vivieran con él. Irónico, paradójico. Congruente pero inverosímil.

La razón de mi sentimiento de necesidad la dejaremos para otra ocasión, tal vez. En esta ocasión, y en casi todas, escribo como un egoísta que no pretende sino la satisfacción personal, con la también egoísta intención de que alguien se identifique y disfrute con estas letras. No voy a descubrir el hilo negro, como se dice, así que no habrá conclusión contundente o sentencia tajante. Recuerda: se palia pero no se satisface.

Mejor, así, con descaro y procacidad, me despido.